Anestesia

Hola Guerrer@s!!

 

El 30 de septiembre de 1846, el afamado chelista Eben Frost, aquejado de una fuerte infección purulenta que le producía un dolor de muelas, acudió a la consulta del doctor William Thomas Green Morton, en Hartford, Connecticut.

 

Tal era el dolor que sentía este pobre hombre, que decidió probar el éter como anestésico en la consulta de Morton. Cuando el paciente despertó de la anestesia, le confirmó a Morton que no había sentido ninguna clase de dolor durante la extracción de la pieza dental. Confirmó así a Morton y a su asistente, el doctor Hayden, el éxito de la intervención. Al día siguiente apareció la noticia en el Boston Daily Journal: «Tras la inhalación de un preparado, cuyo efecto anestésico y narcótico duró aproximadamente un minuto, se le extrajo un diente a un caballero en la tarde de ayer sin que sintiera ninguna clase de dolor».

 

Y es que la historia de los anestésicos es larga y dilatada. El ser humano siempre ha buscado poner remedio al dolor, tanto crónico, como en una intervención. La primera anestesia, entendida como el acto médico controlado en el que se usan fármacos para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa de un paciente, sea en todo o parte de su cuerpo y sea con o sin compromiso de conciencia, se remonta a 1275.

 

En aquel año, el médico mallorquín Ramon Llull obtuvo un líquido volátil e inflamable mientras experimentaba con ciertas sustancias químicas, y lo llamó vitriolo dulce. Ya en el siglo XVI, un médico de origen suizo conocido comúnmente como Paracelso hizo que unos pollos inhalaran vitriolo dulce, y observó que no solo se dormían, sino que también perdían toda sensibilidad al dolor. Ni él ni Llull, su predecesor, experimentaron con seres humanos.

 

En 1730, el químico londinense de origen alemán August Sigmund Frobenius le dio a este líquido su nombre actual de éter, que en griego significa «cielo». Sin embargo, habrían de transcurrir ciento doce años más antes de que los poderes anestésicos del éter se apreciaran a plenitud. Hasta entonces, varios médicos y químicos europeos trabajaron con el óxido nitroso, y, curiosamente, casi siempre ligado a la odontología.

 

Posteriormente, y dado que el éter provocaba ciertos efectos secundarios, el tocólogo James Simpson buscó otro gas con parecidos efectos pero sin los accesos de tos que surgían después de la inhalación de grandes cantidades de éter, utilizándose entonces el cloroformo en pequeñas dosis en partos.

 

A pesar de la introducción de otros anestésicos inhalatorios, el éter continuó siendo el anestésico general estándar hasta principios de 1960, para ser luego reemplazado por potentes y no inflamables agentes inhalatorios. Por cierto, a principios del siglo XX, la cocaína se convirtió en el ingrediente principal en la mayoría de los tónicos y elíxires que se crearon para tratar numerosas enfermedades. Os recomendamos la serie “The Knicksâ€? (Steven Soderbergh) que, además de ser francamente buena, refleja la medicina de la época con maestría.

 

www.numanguerrix.com

 


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